viernes, 12 de julio de 2013

Historia de un proyecto que nadie quiere que termine

Los mayoría de los argentinos son (soy, me incluyo) exitistas. Se aferran a los resultados positivos, muchas veces sin importar el camino que debe realizarse para lograr los objetivos propuestos. Cuando uno no obtiene llegar a su cometido, comienzan los cuestionamientos: los porqué, las culpas libradas al azar, entre otras.  Y así como sucede en hechos de la vida cotidiana, también transcurre en el mundo del fútbol. Hoy, la víctima es Newell's Old Boys, un equipo que hace casi dos años peleaba el descenso y, que desde ese momento, cuando las aguas no estaban serenas, la "Lepra" hizo un "click" futbolístico. Comenzó a remitirse al ideal de juego que tenía Bielsa en  el "rojinegro" a principios de los '90. Buenas campañas alejaron al equipo rosarino de la zona caliente.  Uno de los principales responsables y mentores de esta nueva idea leprosa es Gerardo Martino, que en el mundo de la redonda es más conocido como el "Tata", quien impuso y se aferró a la premisa de cumplir, cuando se podía, con las 3G (Ganar, Golear y Gustar). Y lo fue logrando. De a poco llevó a Newell's a los puestos de vanguardia en el torneo local. Temporadas impecables, acompañadas de un título local que lo llevó de la mano a jugar la Copa Libertadores, el certamen más importante de América. La obesión, ese trofeo que todos los equipos desean tener.
 Martino supo ver y lograr armar una base deportiva con un caudillo por línea. Bajo los tres palos, a Nahuel Guzmán, un "Patón", que se ganó la titularidad tras una dura batalla por llevar la "1" con Sebastián Peratta, otro arquerazo.  En la defensa, indiscutidamente, Gabriel Heinze es quien manejaba los hilos de la primera línea. Un marcador central que jugó en la Selección, que participó en mundiales y con experiencia en el fútbol europeo y que la supo hacer valer a lo largo de este período. En la mitad del campo, un histórico, Lucas Bernardi. Con oficio, fútbol y con olfato leproso. Conoce cada hueco del Parque Independencia, y por ello se hizo amo y señor del mediocampo. Y arriba, Scocco, goleador nato y con habilidad. ¿Qué más pedir?.  Con estos jugadores y siete más, Newell's llegó al certamen más importante del continente, con el título local a cuestas y con una impostura futbolística que metía miedo a sus rivales. El "Tata" pasó la primera ronda, luego llegó a octavos, pasó a cuartos y se enfrentó a un durísimo Boca Juniors. Tras 180 minutos cerrados, el global terminó 0-0 tras dos partidos sin gritos, y los rosarinos ganaron la serie desde la definición por penales. Tras esta victoria, hubo un quiebre.
Varios sectores del periodismo deportivo sostuvieron que la "Lepra" había jugado sus dos peores partidos del semestre y que, incluso, el "Xeneize" merecía el pase a semifinales. Sin embargo, la vida siguió y fueron los de Martino quienes se habían metido entre los cuatro mejores. Pero su juego comenzó a decaer. Derrotas en torneo local, eliminación en copa argentina, derrota en la Super Final ante Vélez y un nivel que iba, claramente, de mayor a menor, pero jamás resignó su premisa de buen fútbol: pelota al piso, salir desde abajo, y llegar al arco con un buen rodaje del balón.
Y llegó el día de la semifinal. Ese día, uno de los más importantes de la historia leprosa; serían los últimos dos partidos de Martino como DT, que ya había anunciado que cuando Newell's finalice su participación en la Libertadores, se desvincularía de la institución. Lo mismo ocurriría con Nacho Scocco, quien manifestó sus deseos de emigrar a Europa. Y el "Gringo" Heinze, quien sostuvo que podrían ser sus últimos partidos como profesional.
  La serie comenzó. Atlético Mineiro con Ronaldinho a la cabeza lo esperaba como el "cuco" de la Copa.  En la ida, más que "cuco" pareció un gato recién nacido. Dos golazos leprosos y a cobrar: 2-0 la ida y a jugar con un poco de aire a Brasil. Y la vuelta llegó. Los brasileños hicieron pesar su localía: al minuto ya ganaban 1-0 ante un Newell's dormido que jamás pudo reaccionar y despertar ante ese "gol de vestuario". Luego, el equipo de Martino, valga la redundancia, sin resignar su premisa de buen juego, comenzó a controlar la pelota a partir del segundo tiempo, con pocas llegadas, pero con toque y control de pelota. A diez minutos del final (corte de luz de por medio durante 15 minutos y luego se reanudó), Mateo despeja mal y Ghuillerme facturó el 2-0. Empate en el global. A penales: a pasar la misma agonía que contra Boca. Esta vez, la suerte fue distinta. Newell's no aprovechó los dos penales errados por el local: el equipo rosarino falló tres y un brasileño nuevamente a la final.
El día después... Todos los medios salieron a atacar a Newell's por su bajo nivel futbolístico y hasta algunos deslizaron que "se achicó" a diez del final. Pero nada de eso es cierto y no puede permitirse.
El equipo "rojinegro" viene haciendo las cosas bien. Intenta jugar un fútbol poco visto en la Argentina, y trata de darle y arrancarle sonrisas a los amantes del fútbol que, desde aquel Huracán de Ángel Cappa, que no ven un equipo que toque, y que acaricie a la pelota. Por eso, es injusto mandar al tacho de basura a un equipo, a un proyecto, que viene trabajando hace años para lograr estar en lo más alto del fútbol argentino y volver a ser visto a nivel continental. El exitismo, muchas veces, no permite ver todo lo hecho, y tal vez, algo muy grande, a pesar de no tener un logro material, tiene un valor inmenso, que pocos saben valorar. Y ese logro, no lo van a borrar simples 180 minutos.