Los campeones del Racing 2001. |
Si, el equipo que dirigía Reinaldo "Mostaza" Merlo estaba a un partido de la gloria.
Racing había tenido un campeonato perfecto. Sólo había perdido un encuentro (ante Boca, por 3 a 1).
La "Academia" había arrancado el torneo Apertura con el pie derecho con una victoria ante Argentinos Juniors como local. Luego se enfrentó en el Estadio de la Doble Visera (actual Libertadores de América) ante su asérrimo rival, Independiente. El "rojo" ganaba por la mínima diferencia con gol del uruguayo Forlán. Pero a segundos del final del encuentro, apareció Gabriel Loeschbor para poner el empate definitivo y así desatar una locura inexplicable en el público académico.
Continuaron las victorias, algunos empates, y así, Racing llegó líder a la última jornada, donde debía visitar el duro José Amalfitani, casa de Vélez Sársfield.
La "Academia" sólo debía empatar para coronarse campeón. Y lo hizo. Gabriel Loeschbor, el mismo zaguero que le había convertido a Independiente, mojó en el partido clave que le daba parcialmente a Racing el título que tanto ansiaba y la momentánea victoria ante el "Fortín". Minutos después Vélez empató el cotejo, el resultado se mantuvo y así, el equipo dirigido por Merlo gritó campeón después de 35 años.
Fue uno de los festejos más emotivos y esperados por todo el mundo del fútbol, y más aún por el pueblo racinguista. Un equipo acostumbrado a sufrir, que recibió duros golpes: descensos, gerenciamientos, estar a segundos de desaparecer como institución. Sin embargo la gente siguió siendo fiel a su equipo y a su sentimiento. Y los jugadores y el club le respondieron con un título. Una vuelta olímpica que quedará en la historia.
Los hinchas académicos recordarán ese día por siempre. Los chicos, que nunca lo habían visto salir campeón. Los grandes, algunos que pudieron verlo allá en 1966, y los que no están, que seguró gritaron los goles de allá arriba.
Campeones en tiempos de crisis. Una crisis que, para los académicos, dejó de existir por tan sólo 90 minutos.
Dedicado al Piojo, a Eze y Euge, racinguistas de corazón.
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